miércoles, 11 de noviembre de 2009

Patrimonio literario

Virgen de la Soledad,
patrona de Cantillana,
lucero de la mañana,
azucena del Edén.
Por esos siete dolores
que sufrir te hicieron tanto,
nos guie tu aliento santo
por el camino del bien.
Para que al finalizar
nuestra existencia en el Mundo,
Nos preserves del inmundo
aliento de Satanás.
Y por la Pasión de Cristo,
nuestra dulce Bienhechora,
nos hagas merecedora
de la Patria Celestial.
Y también nos conviene
y así te rogamos Madre mía,
nos des salud y alegría
para que al año que viene,
precisamente en este día,
y en este mismo lugar,
todos los aquí presentes,
te volvamos a adorar.

A.  C. M. Cantillana 1940.

Tiene Cantillana tiene
una rosa de pasión,
destrozado el corazón
por la espada que le hiere.
Es tan inmensa su pena,
su dolor tan inhumano
que tanto llanto ha inundado
el luto de su condena.
¿Qué le ha pasado a esta Madre,
gozosa en la Encarnación?
¿Quién le quita la alegría
a esta hija de Sión?
¿Quién tiñó de angustia negra
blanquísima Concepción
y le amargó la dulzura
de su Belén de Candor?
La dicha de esta Señora,
¿Quién le ha cambiado en clamor?
¡Tan gran bienaventuranza
incluía cruel pasión!
Se cumplió la profecía,
¡Vaya si se cumplió!
Una espada de hoja fría,
un cuchillo de dolor,
atravesará tu alma
helará tu corazón.
No sigas, Simeón, no sigas
Ya la vimos, sin color,
sin lagrimas, sin palabras.
No lo anuncies más. Simeón.
Ya conocimos su espada,
Como lanza se clavó,
como tormento de clavos,
como espina de amargor.
Su rostro de Viernes Santo
en el paño se grabó
de las mentes de Verónica,
de aquel que la contempló.
Era, pues, también la suya
una sangrienta pasión.
¿Quién dijo que no es la suya
humana corredención?
Se cumplió la profecía,
¡Vaya si se cumplió!
Que allí estaba la Señora,
Madre la más dolorosa
al pie de la cruz llorosa
donde colgaba su amor.
Desde entonces Cantillana
tiene Madre, tiene flor,
tiene espada atravesada,
tiene rosa de pasión.

Luis M. López Hernández, 1997


Cuando la Virgen se pone
el manto de Juan Manuel
viste de luto con él,
también nuestros corazones,
porque sangra, a borbotones,
el negro hachón de la cruz,
y se nos muere Jesús
al par que nacen las flores.

Tres clavos rasgan el cielo.
La muerte quiere triunfar
y con lanza atravesar
a la vida como un velo.
Destapa la cruz el duelo
y se desnuda la fe
al ver a Dios descender
sus cinco llagas mostrar
y a la Soledad pasar
con manto de Juan Manuel.

El dolor la descompone,
es tarde del viernes santo,
envuelve su negro manto
también nuestros corazones.
Suenan los roncos tambores
y la pena se hace palio,
sepulcro, escala y sudario
y en la mente se te graban,
un llanto de siete espadas
y el vacio del sagrario.

Otro sábado termina
la historia de esta pasión,
muere la flor del dolor
cuando las flores germinan,
la luz de la pascua encima,
arde en un hachón de fe.
Nuestra esperanza es saber
que el domingo Resucita
y la patrona se quita
el manto de Juan Manuel.


Fragmento del pregón de la semana santa de Cantillana de 2004, pronunciado por D. Manuel Vega Pablo.



Patrona de Cantillana,
la Virgen más soberana
a la que quiero cantar.
Y decirle mil piropos,
que salgan del corazón,
que nunca se sienta sola,
que no sienta tanto dolor.
Decirle que en mi jardín
Ella es la más bella flor,
que de mi casa es la llave
y de mi hogar el calor.
Que de mi mar es la nave;
de mi compas, la canción;
de mi alma el sentimiento,
de mi cuerpo el corazón.
De mi perfume, fragancia;
De mi fe, la devoción;
De mis poemas, los versos,
mi musa, mi inspiración.
Ella es la Madre que quiero,
Adoro, respeto, venero;
Es mi orgullo, mi pasión.
Es la que vela mis sueños,
al que sentí de pequeño
latir en mi corazón.
La más bonita del mundo
la del mirar más profundo,
Es mi paz, mi devoción.

Virgen sagrada, bendita,
que vela desde su ermita
y bajo un manto de amor
cubre al pueblo que la adora,
que la aclama su patrona
sintiendo su protección.
No se puede querer más
y en todo este mundo entero,
sentir amor más sincero
del que siente de verdad
el pueblo cantillanero
por su Madre de la Soledad.

Isaías de Jesús Jiménez Campos, Pregón de la Semana Santa de Cantillana de 2011.


Buscando hálitos de vida
viene cansada la Soledad,
de vuelta en la madruga.
Suspirando en cada esquina
viene buscando su Ermita
mientras sube la calza,
con la frente destemplá,
llorando y compungida.
Por una espada traspasá,
lleva su alma dolida
Simeón y su profecía,
el viernes se hace realidad
cuando vuelve apresurá
en la noche negra y fría,
por la boca se le va la vida
a esta Virgen de cristal.
Firme y segura al andar,
viene llena de melancolía
mientras el pueblo a la par
con ella sube la avenida,
más las penas se le olvida
cuando presiente al llegar
que el domingo se aproxima,
al ver la pascua reflejá
en el blanco de su Ermita.
Vuelve la Soledad de la Iglesia,
en la noche del Viernes Santo
y bajo su negro manto
todo se lo lleva con ella,
en la candelería de su paso
las vidas del pueblo lleva
escritas en unos lazos
que van clavados en la velas,
nombres de tantos hermanos
que al fundirse con la cera,
se depositan en sus manos
como un rosario de cuentas.

Vuelve la Soledad de la Iglesia
en la noche del viernes santo,
y bajo su negro manto
todo se lo lleva con ella,
se lleva las lágrimas y el llanto
del que la busca y la encuentra,
y el que para verla otro año
le pide salud y fuerzas,
se lleva la oración que reza
el silencio de unos labios,
o el ruidoso quebranto
de una compungida saeta,
y el piropo del soleano
que con ella se embelesa,
y se arremolina ante su paso
cuando ella viene de vuelta.

Vuelve la Soledad de la Iglesia
en la noche del viernes santo,
y bajo su negro manto
todo se lo lleva con ella,
se lleva el corazón
del que está lejos de su tierra,
que a Cantillana por devoción
el Viernes Santo regresa,
también se lleva el adiós
de una despedida con pena,
del enfermo que solo la vio
cuando pasó por su puerta
se lleva la alegría e ilusión
las peticiones y promesas,
y la esperanza dormida
del que en ella espera.

Vuelve la Soledad de la Iglesia
en la noche del viernes santo,
y bajo su negro manto
todo se lo lleva con Ella,
se lleva el vacío del Sagrario
con su puerta entreabierta,
porque Cristo está enterrado
y no existe la reserva,
se lleva el blanco sudario
la cruz y las escaleras,
y el cuerpo de Dios velado
por san Juan y la Magdalena,
se lleva la liturgia del morado
el luto y la penitencia,
el ayuno que se ha guardado
la Cuaresma y la abstinencia.

Vuelve la Soledad de la Iglesia
en la noche del Viernes Santo,
y bajo su negro manto
todo se lo lleva con Ella,
se lleva la tristeza
y también la melancolía
del cofrade que lamenta
que la pasión se termina,
más nos deja la conciencia
con la que pronto se asimila
el nuevo ciclo que comienza
al apagarse su candelería,
pues se enciende la certeza
de que Cristo resucita
cuando la Virgen se adentra
en el camarín de su Ermita.

Jesús Cañavate Rodríguez, pregón de la Semana Santa de Cantillana, 2012.



Hoy te quiero yo decir,
dulce Reina de los Cielos,
que cantaré tu grandeza,
y lo mucho que te quiero.

Voy a decirte ¡Bendita!,
con los pespuntes del verso,
quiero alabar tu finura,
como lo hace este pueblo.

Como lo hicieron en tiempos,
tantísimos cantillaneros,
que invocaron Tu nombre,
“pá” recibir el Consuelo.

Voy a verte en mi pregón,
como un verso hecho lucero,
como una rima perdida,
en tu mirada de ensueño.

Quiero ser quien te dijera,
como humilde cantillanero,
que Cantillana está viva,
por la fe que en Ti tenemos.

Toda una vida contigo,
arrodillado este pueblo,
implorando vuestro auxilio,
rezando ante Ti su credo.

Generaciones de padres,
y de hijos te quisieron,
que vivieron por llenarte,
a tus plantas con sus rezos.

Que lloraron ante Tí,
bella Reina de los Cielos,
y nos dejaron de herencia,
la devoción que tenemos.

Yo te he visto en Soledad,
y he rezado en tu silencio,
y he visto cómo sonríes,
mientras que tu mano beso.

En ese día de octubre,
que bajas al presbiterio,
dejando tu camarín,
para pisar nuestro suelo.

Y tu rostro tan divino,
mi corazón dejó preso,
al tenerte tan cerquita,
creí que estaba en el cielo.

Y te he visto en un altar,
y a tus plantas, cirios puestos,
presidiendo un septenario,
que se pierde en el recuerdo.

Con majestad y señorío,
Y con empaque te han puesto,
bajo palio donde el viernes,
procesionas por los vientos.

Y volveré a venerarte,
como mis padres y abuelos,
en un nuevo Viernes Santo,
parando el reloj el tiempo.

Cumpliendo así la promesa,
que mis mayores hicieron,
y que hoy en mí se renueva,
y seguiré transmitiendo.

Perviviendo eternamente,
ese hondo sentimiento,
a ese bellísimo rostro,
de la Virgen que más quiero.

Y volveré a acompañarte,
por las calles entre rezos,
hasta que vuelvas a entrar,
por las puertas de tu templo.

“Pá” llenarte de piropos,
los que te guardo en mi pecho,
al compás de las mecidas,
de tus hijos costaleros.

Te diré que eres blasón,
bandera y escudo nuestro,
por querer quiero decirte,
tantas cosas que no puedo.

Que no encuentro los piropos,
con que llenar estos versos,
ni las palabras que puedan,
expresar mis sentimientos.

Pediré coger prestados,
piropos de mis ancestros,
tras los siglos reflejados,
y puestos de manifiesto.

En ese paso de palio,
maravilloso joyero,
donde quiso Cantillana,
acompañarte en el duelo.

Con el brillo de la plata,
con el negro terciopelo,
con la cera que ilumina,
a tu mirada de ensueño.

Con alfileres que llevan,
lazos con los nombres puestos,
por favores recibidos,
por milagros que Tú has hecho.

Con esa candelería,
regalada por entero,
demostrando sus donantes,
ese amor tan verdadero.

Doce apóstoles se asoman,
por esos respiraderos,
en la plata cincelada,
que da aire al costalero.

Doce santos que levantan,
con los varales inquietos,
ese pedazo de gloria,
que es tu palio de respeto.

Doce vástagos que elevan,
como velas de un velero,
bambalinas que a compás,
Soledad te van diciendo.

Donde las hojas de acanto,
su forma van retorciendo,
y entrelazan los escudos,
con la corona del centro.

Con esas borlas que penden,
y que van cortando el viento,
con elegantes mecidas,
de tu paso en movimiento.

Con la música que hacen,
en los varales los flecos,
queriendo aliviar la angustia,
de ese puñal en el pecho.

Con la peana que pisas,
“pá” que no pises el suelo,
y para tus pies la Luna,
te hemos bajado del Cielo.

Que hasta la plata se rinde,
ante ese rostro tan bello,
que si Murillo viviera,
lo pintaría en sus lienzos.

Con el manto donde brilla,
el amor que te tenemos,
donde con hilos de oro,
cada puntada es un beso.

Bajo el que pido protejas,
a la gente que más quiero,
como en la letra del himno,
hasta el final de los tiempos.

Con ese ángel de plata,
que alza una vara al vuelo,
diciendo que eres patrona,
y alcaldesa de este pueblo.

Con la saya o el fajín,
siempre abrazando tu cuerpo,
como te abrazan de amores,
los siglos cantillaneros.

Con filigranas de encajes,
que tejieron el pañuelo,
donde enjugas tu dolor,
confundido con el nuestro.

Con el tocado que envuelve,
a tu rostro tan sereno,
donde luces orgullosa,
joyas y honores del pueblo.

Con la corona de Reina,
posada sobre tu pelo,
y las estrellas que brillan,
rivalizando destellos.

Y “pá” quedarme con algo,
que prefiero a todo esto,
yo me quedo con la cara,
ese perfil tan perfecto.

Con la faz más pura y bella,
que tallara imaginero,
donde vemos a la Virgen,
los que tanto la queremos.

Con la boca dibujada,
por pinceles pintureros,
con el brillo de tus labios,
de color de caramelo.

Con tu nariz, tus pestañas,
con tus cejas y entrecejo,
y tu mirar que me atrapa,
y me hace prisionero.

Esos ojos que “pá” mi,
serán los ojos más bellos,
pupilas donde hace siglos,
están los cantillaneros.

Y espejos son, de la gloria,
que algún día alcanzaremos,
porque son con los que miras,
al mismo Dios en el Cielo.

Jesús Carlos Calero García
Pregón de la Semana Santa de Cantillana de 2017