miércoles, 9 de marzo de 2011

Los cabildos del Domingo de Ramos de la Cofradía de la Soledad

Corre el lejano año de 1688 y el mayordomo de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, de nombre Bartolomé Montero, decide comenzar un libro o cuaderno donde han de apuntarse las resoluciones de los cabildos que cada Domingo de Ramos se convocaba para repartir las insignias y organizar coherentemente la procesión del Viernes Santo. La apuntación de estas reuniones anuales recorre ininterrumpidamente casi siete décadas, desde 1688 hasta el año 1757 cuando a parir de una procesión extraordinaria de rogativas por la sequía dejan de reseñarse los hermanos escogidos para portar cada insignia y las actas comienzan a recoger meramente los cambios en los miembros de la junta de gobierno. Esta serie de manuscritos, especiales y valiosos para la hermandad de la soledad, lo son también para la historia local y por supuesto para aclarar la imagen de aquella Semana Santa antigua, que ya no está, pero sigue presente en el testimonio callado de tantos documentos y de la que tanto hay que aprender para actualizar la nuestra.
A pesar de que han transcurrido 323 años la procesión de la Virgen de la Soledad concurría de una forma tan parecida y tan distinta a la vez que nos ha parecido importante reseñar para ustedes los aspectos más significativos. El popular cortejo salía de la ermita de la Soledad (llamada entonces de San Sebastián, creemos que por ser este el titular del templo antes de que se asentara en ella la cofradía del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Soledad en la segunda mitad del siglo XVI) cada Viernes Santo encabezada por una perenne campanilla, que se repite sin equívoco en todos los cabildos en manos de un hermano importante con tratamiento de Don. La campanilla, conocida también con la figura del muñidor, se encargaba de avisar con su leve repique las procesiones en su inicio, era y es como un toque de atención para que los vecinos y espectadores se preparen de pie y en silencio.

Campanilla de plata que abre la procesión del Viernes Santo. Conserva la inscripción: "MANUEL PÉREZ DECALA AÑO DE 1696".

Proseguía la procesión con la manguilla (también llamada muceta en comparación con el distintivo cardenalicio), esta prenda, hoy en desuso, era distintivo de las parroquias y consistía en una manga de tela, según el color del tiempo litúrgico, ajustada o abrochada debajo de la cruz parroquial. Aunque generalmente era portada por el sacristán o un monaguillo delegado aquí aparece siempre llevada por un hermano de la cofradía, suponemos que por lo complicado del recorrido (la ermita se encontraba totalmente a extramuros del pueblo y las primeras casas eran la actual calle Castelar).
Seguidamente se colocaba el estandarte, bandera representativa de la corporación portada generalmente por el señor mayordomo, también con tratamiento de Don. En 1701 se menciona por primera vez el simpecado detrás del estandarte pero en años sucesivos deja de mencionarse, ocurre lo mismo con el senatus, no sabemos si por desuso o porque lo integran en el conjunto de las banderas.
Algo verdaderamente curioso resulta la referencia constante a lo que llaman caxas o tambores, es lo que muchos aún de muy niños conocimos como los judíos, no eran más que tres o cuatro hermanos (su numero es variable) con hábito de penitencia y tambores destemplados como requería el ritual de entierro clásico. Hacían sonar sus fatigosos instrumentos con golpes secos y monótonos que anticipaban el triste duelo de un entierro reiterativo. Antes o inmediatamente después aparecen siempre las banderas, normalmente cuatro que portadas por hermanos escogidos daban lugar al cuerpo de los pasos. Da a pensar que estas banderas no eran más que astas con grandes crespones negros que se llevaban al hombro y arrastrándose en señal de duelo, de donde proviene el hecho de poner las banderas a media asta.
El cuerpo de pasos estaba formado por El Calvario, andas con la cruz con escaleras y el sudario (símbolo de la consumación del sacrificio y de la soledad total), La Virgen de la Soledad bajo palio, el apóstol San Juan y el Santo Sepulcro, en 1722 es cuando se incorpora a la procesión un nuevo paso, el de La Magdalena. El orden y preferencia es bastante alterable siendo el más lógico y el que por más años se repite el siguiente: CAMPANILLA, MANGUILLA, CALVARIO, SAN JUAN, BANDERAS, CAJAS, CANASTILLA, SANTO SEPULCRO, NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD, ESTANDARTE, PEDIDORES, LABADORES Y TROMPETAS. A partir de 1715 aproximadamente el orden de pasos lo encabeza el palio de la Virgen, continúa el Sepulcro, el Calvario y San Juan.
Los extraños cargos de canastilla y pedidores van unidos, no son más que unos demandantes que portaban una canasta a modo de hucha para pedir donativos entre los vecinos, del mismo modo que aún hoy día lo hacen las conocidas demandantas en las fiestas de verano. Otra representación mucho menos conocida y que no ha llegado hasta nuestros días son los mencionados como labadores, no conozco con seguridad cual es su significado y función pero es fácil suponer que en el sitio que ocupaban (cerrando la procesión) eran los encargados de portar algún atributo o bandera relacionado con los duelos, en este sentido tendrían conexión con la figura de los lábaros, en el mundo militar eran los encargados de custodiar el Lábaro o emblema de los emperadores cristianos (asta dorada en forma de cruz de la que pende una bandera blanca ricamente bordada con la cruz y rematado todo por una corona de oro con las iniciales griegas del nombre de Jesucristo). No resulta raro que esta insignia militar, conservada hoy en ciertas cofradías de origen sacramental fuera llevada como conclusión al representado entierro de Cristo. Por último se encuentra referido la asistencia de trompetas que igualmente es reflejo claro del mundo militar y clásico pues desde la antigüedad grecorromana esta documentada la asistencia de trompetas roncas a los entierros de los grandes jefes, el echo de que asistieran estas y otras representaciones de origen claramente militar, tambores, trompeta, banderas, etc.… a la representación del entierro de Cristo da muestra de la entidad institucional que se le otorgaba a tales procesiones, convertidas posteriormente en un encuentro lúdico, popular y festivo siguieron conservando mucho de aquellos símbolos remotos de nuestra civilización que hoy desgraciadamente casi hemos perdido en una procesión que demanda una restauración urgente en su sentido más amplio, que le devuelva sus particularidades y sentido original.
Portada y acta del libro de cabildos de Domingos de Ramos, (1688-1757) donde se recoge el orden y portadores de insignias. Archivo de la Hdad. de Ntra. Sra. de la Soledad.




Documentos:
- Archivo de la hermandad de la Soledad de Cantillana. Libro de Cabildos, repartimiento de insignias. Actas 1688/1757. Sin clasificar.
- J. D´W. M. Diccionario militar. Ed. Imprenta de Luis Palacios. Madrid, 1863.


Antonio Lopez Hernandez