miércoles, 4 de noviembre de 2009

El Santo Cristo del Sepulcro

La antigua imagen del Cristo Yacente, conocido popularmente en Cantillana como “el Cristo del Sepulcro” por la valiosa pieza en la que históricamente ha salido en procesión y que le es consustancial a la propia imagen y a la procesión del Santo Entierro, es junto al crucificado de la Agonía, la imagen de Cristo más antigua de cuantas se conservan en Cantillana.

Al carácter devocional y cultual propio de la mayoría de las imágenes sagradas, a esta escultura hay que sumarle una función didáctica y catequética para la que fue concebido al representar con ella la ceremonia del descendimiento de la Cruz y el entierro de nuestro Señor.

La imagen del Cristo, fue realizada en 1583 por Juan de Santamaria, conservándose el contrato de ejecución de esta, y otras imágenes, que supone por ahora el dato más antiguo que se conserva de la cofradía de la Soledad. Fechado en el 13 de enero de dicho año, Martin Blasco como “vecino de la Villa de Cantillana que soy al presente mayordomo de la cofradía de la Soledad de nra señora de la dha villa” concierta con Juan de Santamaría, ante el escribano publico Juan Bernal de Heredia a cargo por esas fechas del oficio 21, sito en la calle Tundidores, actual Hernando Colón de capital Hispalense, la realización de un conjunto de Imágenes con sus andas procesionales. Este contrato fue publicado en 1929 por Celestino López Martínez y en el mismo ya se descubre que la hermandad estaba constituida y bien organizada, pues ya aparece la figura del mayordomo, pero carente de imágenes y otros útiles para el desarrollo de la conmemoración del Descendimiento, Entierro y Resurrección, que marcaba su vida cultual y su propio carisma.

Se especifica la ejecución de: “… Un Cristo de resurrección fecho de pasta con las potencias e paño e cruz dorados y el Cristo de encarnado (…) e otrosi os entregare un Cristo fecho de gonces que sirva de descendimiento de cruz e para el sepulcro con las potencias doradas e corona de espinas verdes (…) un sepulcro de madera, e cinco Ángeles de blanco doradas las guarniciones e cabellos e alas con las insignias de la pasión que se les pueda quitar y poner (…) las pariguelas al olio pintadas de negro y más una imagen de nra sra de pasión con su manto de balleta negra y su sudario con la corona de espinas y tres clabos y un calvario con su cruz de color de madera con su retulo al derredor con sus pariguelas…

El Cristo Yacente es una imagen de tamaño natural con los brazos articulados que le permite la posición como crucificado, escenificar el descendimiento, y presentarse al culto habitualmente y salir en procesión como Yacente. Está realizado con lienzos y pasta de celulosa sobre una estructura de madera, la fragilidad del material en que está concebido ha supuesto que llegase hasta nuestros días en deficientes condiciones, a la que hay que sumar los empastes y repintes con pintura sintética que sufrió en una desafortunada intervención en los años de 1970.

La imagen responde a los cánones del manierismo, corriente artística de transición entre el renacimiento y el barroco. Está corriente llega desde Italia a Sevilla a partir del establecimiento de artistas de gran envergadura como es el castellano Juan Bautista Vázquez el Viejo en 1557, considerado iniciador de la escuela sevillana de escultura e introductor de la monumentalidad de Miguel Ángel en esta ciudad. A esta influencia manierista podemos adscribir claramente la Imagen cantillanera, no obstante, desarrolla los rasgos formales propios de la corporeidad miguelangelesca; fuerte torso, cabeza cuadrada, ceño y nariz recta... que fueron tan difundidos por toda Europa durante la segunda mitad del siglo XVI.

Desde prácticamente su origen, la efigie fue cubierta con un paño de pureza o sudario textil, realizado con telas blancas almidonadas, y su cabeza cubierta con cabellera de pelo natural, hallándose en la última intervención restos de esta. En una determinada fecha, sus articulaciones fueron suprimidas, y después de concitar gran devoción durante pasadas centurias, fue cayendo progresivamente en el olvido y a la par degradándose su estado de conservación, hasta que la junta de gobierno de la hermandad expone a los hermanos la situación y en cabildo extraordinario celebrado para tal fin se aprueba emprender la restauración de la imagen, que lleva a cabo Miguel Ángel Fernández desde agosto de 2013 hasta marzo de 2014.

La restauración, no solo material, del Cristo del Sepulcro, llevaba consigo su puesta en valor y la recuperación de la función para la que fue concebido, es decir la escenificación del descendimiento y entierro de Ntro. Señor, así como la recuperación de su maravilloso Sepulcro procesional.

El 29 de marzo de 2014, Cantillana de nuevo pone los ojos en el Cristo yacente que es expuesto a la veneración de los fieles, tras la restauración en la que se consolida la escultura y se eliminan empastes y gran cantidad de repintes. En esta intervención se recupera las articulaciones de los brazos y es expuesto tras casi doscientos años como crucificado, causando gran expectación entre los hermanos y devotos.

La puesta en valor de esta antiquísima imagen llevaba consigo la recuperación del histórico sermón y ceremonia del descendimiento que se celebró el 30 de marzo con una solemnidad inusitada y gran recogimiento de los fieles que llenaron el Santuario y la explanada delantera como nunca.

Para albergar la imagen del Cristo, se labró la hornacina inferior al camarín del gran retablo del Santuario neoclásico. Posee un interesante ajuar del que forma parte en primer lugar el bellísimo Sepulcro procesional de estilo rocallas, pieza emblemática del patrimonio de la cofradía y de la Semana Santa de Cantillana que incluso llega a condicionar el nombre popular del Cristo como “Cristo del Sepulcro”; La cruz para el descendimiento forma parte también del programa iconográfico del Cristo.

Tanto para el altar, como para el Sepulcro, tiene un bello colchón y almohadón en raso crudo con interesantes bordados en oro del siglo XVIII; bellas potencias de plata del siglo XVIII rematadas en rayas con flores de lis en el centro y para el momento en que está crucificado así como para el descendimiento, corona de espinas de metal plateado. Con motivo de su reposición al culto, un grupo de devotos ofreció un antiguo sudario de tul bordado en hojillas con motivos pasionistas que se anuda mediante un cordón de terciopelo granate del que penden unas borlas de hilos de oro. A modo de mortaja cubre habitualmente la sagrada efigie una antigua mantilla de blonda.


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