domingo, 2 de marzo de 2014

Recuperaciones historicas

Todo lo muda la edad ligera, por no hacer mudanza en su costumbre” evocadoras palabras que abrían el artículo de nuestra hermandad en la primera revista Tiempo de Pasión, allá por el año 1999. Retomamos el inicio de aquel memorable artículo titulado El correr del tiempo, que este año adquiere una vigencia especial, ya que sus líneas reflexionaban sobre los cambios que el inevitable paso del tiempo fue produciendo en la procesión y elementos del Viernes Santo Cantillanero. Se hablaba de un cambio natural y legítimo que fue configurando la esencia del Viernes Santo mantenida durante siglos, con elementos, símbolos y actos muy arraigados en la tradición popular. Sin embargo, también se abordaba aquellos cambios no originados por el transcurrir temporal; de las modificaciones forzadas que no responden a la evolución natural y nunca llegan a ser asumidas como propias por una corporación y un sentir popular que goza de una historia forjada siglo a siglo, en la que poco queda por inventar.

En nuestra hermandad todo está escrito, todo está hecho, todo está esperando que el lento transcurrir del tiempo y el sentido común reparen todo aquello que le es propio. Aún persiste en la memoria de los cantillaneros estampas como el calvario, la inconfundible silueta del sepulcro o sonidos como el estruendo de los judíos, en cambio, otros factores identificativos se pierden en la memoria de siglos anteriores, como el acto del descendimiento u otros elementos que fueron característicos de nuestra cofradía.

Nunca es tarde en el seno de una corporación histórica como la de la Patrona de Cantillana para hacer memoria y revisión, volviendo a reincorporar y restaurar elementos definitorios de su identidad. Nuestra hermandad, consciente de ello lleva años caminando en esta dirección y centrando sus esfuerzos en restablecer su patrimonio histórico, artístico y devocional. Los avances, reincorporaciones y restauraciones a lo largo de estos años han sido numerosas, pero sin duda, la restauración y reposición al culto de la Imagen del Santísimo Cristo Yacente, colma gran parte de las aspiraciones de nuestra hermandad durante los últimos tiempos, llevando implícito la puesta en marcha del mayor proyecto de recuperaciones históricas que nuestra hermandad ha realizado en su historia reciente.

Esta valiosa imagen, que según referencias documentales gozó de una profunda devoción en los orígenes de la hermandad, fue perdiendo arraigo entre los devotos de forma paralela a su deterioro. Durante los siglos XVI y XVII se focalizaba en torno a su efigie los principales actos y cultos de la cofradía como el descendimiento de la cruz y escenificación del entierro de Cristo durante la luctuosa procesión del Viernes Santo, actos que el devenir del tiempo fueron suspendiendo y desterrando al olvido. El deterioro y modificaciones en la imagen del Santo Cristo lo fue privando de su función y aspecto original quedando relegado a un segundo plano entre los titulares de la cofradía. La falta de atención y carencia devocional a nuestro titular, se ha traducido en las últimas décadas en una infravaloración de la imagen hasta el punto de plantear su sustitución por una efigie moderna. Interesantes estudios y el constante interés de numerosos hermanos, han puesto en valor la calidad artística y relevancia histórica de la imagen del Santo Cristo del Sepulcro. La hermandad ha tenido a bien emprender el ambicioso proyecto de su restauración y puesta en valor, recuperándose de este modo la Imagen de Cristo más antigua de cuantas procesionan habitualmente en nuestro pueblo. De esta efigie se conserva el contrato de su hechura, siendo una de las escasas imágenes de pasta preparada para el descendimiento  datadas con fecha y autoría (Juan de Santamaría, 1583). Con la intervención realizada, la imagen recobrará su fisionomía llegando a rescatar su policromía original del siglo XVI, así como su volumetría primitiva, muy alterada por diversas y desafortunadas intervenciones. De todo ello quizás lo más relevante sea la restitución de las articulaciones de los brazos, recuperando de este modo la función para la que fue realizado. Ello permitirá la recuperación de la ceremonia del descendimiento de la Cruz, acto que junto a la escenificación del entierro de Cristo en el sepulcro fue durante varias centurias la razón de ser de la cofradía; por ello su recuperación supone una de las actuaciones más importantes en la historia de nuestra Hermandad, dado que simboliza la restitución de las características más genuinas y significativas de la misma.

Con ella se rescatan también una serie de elementos inherentes a esta antigua imagen que forma un interesantísimo conjunto procesional del que sin lugar a dudas destaca el valioso sepulcro en el que históricamente ha procesionado; antigua pieza muy entrañable para los cantillaneros que incluso condicionó el nombre popular del yacente como “Cristo del Sepulcro”. La imagen una vez restaurada, reincorporará además el sudario textil o paño de pureza, la corona de espinas para las ocasiones en que permanezca crucificado y la restauración de las antiguas potencias de plata. La restauración del Sepulcro, que se encontraba en un lamentable estado de conservación y abandono, sin duda supone otra de las recuperaciones más destacadas y esperadas. El sepulcro rescatará su fisionomía primigenia con imitaciones de carey y otros materiales nobles y pronto volverá a albergar la Imagen de nuestro titular, función para la que fue concebido.

 Junto a la imagen del Santo Cristo del sepulcro se recuperan muchos de los elementos que históricamente han configurado la esencia del Viernes Santo cantillanero, y poco a poco podremos volver a escenificar aquel imponente y luctuoso cortejo procesional que los viejos legajos custodiados en nuestro archivo nos describe. Durante los siglos XVII y XVIII se menciona constantemente encabezando la procesión del Santo Entierro “la Cruz con manguilla negra” junto a la campanilla, el calvario, tambores,…. La presencia de la manguilla negra esta en el origen de la cofradía de la Soledad de Cantillana apareciendo citado en numerosos documentos del s. XVII (Orden de la cofradía de 1698). Atendiendo a estas referencias históricas, el pasado año se recuperó la Cruz de manguilla para el cortejo procesional, incorporando nuevamente después de varias centurias la característica pieza textil, confeccionada actualmente en terciopelo negro con galones y estrellas de plata. Esta bellísima pieza destinada a abrir la procesión, se trata de una suntuosa Cruz de madera dorada en oro fino de estilo rocalla con incrustaciones de espejuelos que sigue el mismo estilo que el Sepulcro, configurándose el estilo rocalla como una de las señas de identidad de nuestra cofradía. A la misma se le añadieron los dos ángeles de terracota que ejecutara en 1583 Juan de Santamaría, volviendo estas singulares e históricas piezas a formar parte de la procesión, como desde los orígenes más remotos de nuestra hermandad ya hicieran.

Al finalizar esta revisión, como si de una procesión del Viernes Santo se tratara, nos encontramos con la inalterable presencia en el tiempo de la Santísima Virgen de la Soledad. La imagen y la estética de nuestra Patrona también ha evolucionado a lo largo de los siglos, perdiendo o incorporando elementos que han ido configurando su identidad. Diversas recuperaciones se han producido sobre la Virgen de la soledad como su determinada forma de vestir, elementos de su ajuar histórico como sayas perdidas o la significativa estola pasionista; pero sin duda uno de los aciertos hace ya varios años, fue la recuperación de la iconografía de la Virgen de la Soledad con media luna. La pasada Semana Santa, incorporó a su ajuar una espectacular media luna, regalo de su cuadrilla de costaleros. Esta valiosa pieza de madera con partes doradas y cubierta de plata cincelada, además de ser una obra de arte original del siglo XVIII, mantiene un asombroso parecido con la media luna que poseía la Virgen de la Soledad.

Al igual que abrimos, cerramos nuestra reflexión con el último párrafo que ponía punto y final al interesante artículo que por primera vez en nuestra historia reciente hacía una revisión histórica del Viernes Santo y la cofradía de la Soledad en Cantillana, con la satisfacción de haber hecho realidad muchas de las aspiraciones que entonces se planteaban.

A la Virgen de la Soledad, nuestra patrona excelsa, cuya devoción parece inalterable al paso del tiempo, pedimos para que vele siempre por su hermandad y su pueblo y nos dé la oportunidad de volver a conocer una procesión del Viernes santo tal como Ella, la conmemoración litúrgico de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo y Cantillana, merecen.”

Revista Tiempo de Pasión, 2014.